Bera Bera

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Hace diez años, el rugby femenino en el Bera Bera volvió a echar a andar casi desde cero. No fue un proyecto diseñado a largo plazo ni una apuesta institucional cerrada, sino el resultado de una propuesta del club que reunió a unas pocas jugadoras con curiosidad y ganas de probar. Aquel primer encuentro dio paso a los primeros entrenamientos de un deporte que casi ninguna conocía y, poco a poco, a un equipo que empezó a crecer, a tomar forma y a construir un camino propio dentro del club.

“Echar la vista atrás y ver que todo esto empezó hace diez años gracias a aquel primer grupo de chicas que comenzaron a entrenar es algo muy especial”, recuerda Adriana Maraña, que se unió al equipo en su primera temporada y hoy está vinculada al club como entrenadora de la escuela y parte activa de la organización del décimo aniversario. “Gracias a aquel primer paso, hoy sigue habiendo un equipo en pie, y eso no es poco”.

Desde entonces, el femenino del Bera Bera ha vivido una evolución constante, marcada por etapas muy diferentes. El equipo, que se hace llamar Otsemeak —lobeznas en euskera—, ha ido creciendo poco a poco desde sus inicios. “Cuando llegué, el equipo era prácticamente nuevo”, explica Adriana. “He tenido la suerte de ver cómo ha ido creciendo año tras año, con subidas y bajadas, como cualquier proyecto amateur que se construye desde el compromiso”.

De no competir… a consolidarse en la Liga Vasca

Los inicios no fueron sencillos. Durante los primeros meses, el equipo ni siquiera participó en competición federada. “Tuvimos la suerte de que en Euskadi surgieron otros equipos femeninos al mismo tiempo y se organizó una pequeña liguilla entre nosotras”, recuerda. Aquella experiencia sirvió como punto de partida antes de dar el salto a la Liga Vasca, donde el Bera Bera compite desde hace años de manera regular.

El contexto del rugby femenino también ha cambiado mucho en esta década. Aunque hoy existe una estructura más estable que entonces, el crecimiento no ha sido lineal. “En estos diez años hemos visto desaparecer varios equipos contra los que hemos jugado, otros resurgir o fusionarse para poder mantenerse en competición”, señala Adriana. “Es una realidad que todavía exige mucha implicación directa de los clubes”.

Aun así, el balance deportivo es notable: dos ligas vascas ganadas y dos fases de ascenso a División de Honor B, una de ellas organizada en Donostia por el propio club. “La primera fase de ascenso, en la temporada 20-21, fue muy especial”, recuerda. “No era un objetivo inicial, pero poco a poco vimos que era posible. Se logró con trabajo, esfuerzo y compromiso de todas, dentro y fuera del campo”.

Crecer compitiendo… y aprendiendo juntas

Más allá de los resultados, el impacto de competir a buen nivel ha sido profundo en el grupo. “Te hace creer más en ti misma, no solo como jugadora, sino como equipo competitivo”, explica Adriana. “Las aspiraciones suben, y con ellas también el nivel del rugby”.

En ese crecimiento ha sido clave la convivencia con jugadoras de alto nivel. En estos diez años, varias han llegado a competir en ligas nacionales, a ser convocadas por la selección de Euskadi o la selección española, o a jugar en la máxima categoría del rugby femenino, incluso fuera del Estado. “Entrenar y jugar con compañeras de tanto nivel es la mejor manera de aprender”, afirma. “La calidad de los entrenamientos sube y el equipo crece más rápido”.

Mucho más que un equipo

Si algo ha sostenido al femenino del Bera Bera durante esta década ha sido el grupo humano. “El ambiente es la mejor herramienta que tenemos para que el equipo siga creciendo”, resume Adriana. “El apoyo en las gradas, los planes relacionados con el rugby, las amistades que se crean… todo eso hace que la gente quiera quedarse”.

En ese camino, el papel de entrenadores y entrenadoras, delegadas, preparadores físicos y personas voluntarias ha sido fundamental. “Su implicación y sus horas de trabajo han sido clave tanto para crear el equipo como para que siga existiendo”, destaca.

También ha habido retos importantes: la dificultad para mantener continuidad, la conciliación con la vida personal o los momentos en los que faltaban entrenadores o jugadoras para arrancar una temporada. Aun así, el equipo siempre ha encontrado la forma de seguir adelante. Hoy, alguna jugadora del primer año sigue todavía en activo, un símbolo claro de esa perseverancia.

El reto económico y el valor del voluntariado

Como en muchos equipos amateurs, la financiación ha sido uno de los grandes desafíos. Las fichas federativas son elevadas y suponen un obstáculo para la captación. A lo largo de los años, el club ha buscado distintas fórmulas: desde asumir parte de las fichas en determinadas etapas hasta convenios para que quienes colaboran como monitores en la escuela tengan la ficha cubierta.

Además, el equipo ha participado desde el inicio en actividades de voluntariado, como la colaboración en carreras populares. “Más allá de la recaudación, estas iniciativas refuerzan muchísimo el grupo”, explica Adriana. “Trabajar juntas fuera del campo crea vínculos, responsabilidad compartida y sentimiento de pertenencia. Es otra forma de hacer equipo”.

Un aniversario para mirar atrás… y hacia adelante

El décimo aniversario se celebró con una jornada muy especial en Puio: una tocata con cuatro equipos formados por jugadoras en activo y muchas exjugadoras, incluso alguna que llegó a formar parte de un equipo femenino del Bera Bera hace más de 30 años, que compitió en liga pero no duró mucho y se disolvió. El tercer tiempo fue, como no podía ser de otra manera, un espacio para recordar historias, reencontrarse y celebrar el camino recorrido.

“La sensación fue que, pese a los años, la esencia del equipo sigue intacta”, resume Adriana. “Cambian las personas, pero no el espíritu. Hay un relevo natural que mantiene viva la cultura del equipo”.

La camiseta conmemorativa del aniversario simboliza precisamente eso. “No es una camiseta para la nostalgia, sino para reconocer el esfuerzo compartido”, explica. “Representa que este proyecto tiene historia, identidad y continuidad”.

El futuro: cantera y referentes

Mirando hacia adelante, el gran objetivo es claro: estabilizar el equipo y seguir creando cantera femenina. En ese sentido, el club empieza a ver frutos: cada vez hay más niñas en la escuela y un número creciente de entrenadoras voluntarias que son, a la vez, jugadoras del femenino.

“Eso es lo que puede hacer que cada vez haya más”, concluye Adriana. “Que las niñas vean referentes cercanos, que entiendan que jugar a rugby es algo natural. Al final, se trata de dejar el equipo un poco mejor de lo que lo encontramos”.

Diez años después, el femenino del Bera Bera no solo sigue en pie: tiene raíces, memoria y futuro. Y eso, en el rugby femenino, es ya una victoria enorme.

Ver fotos del aniversario en Puio

 

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